La primera vez que me senté a negociar un proyecto, recibí una patada por debajo de la mesa de la persona que entonces era mi superior para que me callase. Yo que siempre fui muy disciplinado, me callé y salí de aquella reunión muy apesadumbrado, pues al final no se alcanzó ningún acuerdo y eso acarreó consecuencias negativas a las dos organizaciones que negociábamos.
No lo entendía.
De vuelta a la oficina, me comentaba.
“En esto de la negociación hay cuatro escenarios posibles: Ellos pierden y tu ganas, tú ganas y ellos pierden, tú pierdes y ellos pierden, tú ganas y ellos ganan. Los proyectos son como los partidos se sale a ganar, y tú saltaste al campo de juego pactando un empate.”
Lo poco que llevo observando el mundo de la política, veo que se juega siempre en esos escenarios donde no se contempla el empate, donde no se contempla el “ganar-ganar”, son escenarios además, esos tres, donde el tercer agente implicado, los ciudadanos siempre salen perdiendo. Un político avezado en este juego aseguraba una vez, que nadie es mejor en política por lo bien que hace las cosas, si no por el daño que hace al contrario.
Hoy emergen unas nuevas fuerzas al terreno político que presumen de cambio, de nuevos tiempos, de nuevas políticas, consiguen ilusionar a las personas y una parte (aunque sea minoritaria, suficiente) les da su confianza para que lideren o gestionen el cambio.
Decepciona ver como esa nueva forma de hacer política sigue sin tener en cuenta el cuarto escenario del juego político donde ganamos todos y que seguimos anclados en el yo me jodo, pero tú más. Me decepciona ver como las personas que se eligen para que nos representen en ese nuevo juego que suscribimos una amplia mayoría, miran a otro lado cuando hay cosas que nos unen y fuerzan el desastre en lugar de comenzar a construir un nuevo tiempo a partir de esas ideas que nos son comunes y que son cimiento para las generaciones que nos siguen. Y me vienen a la mente dos escenarios: Gijón y el Principado.