AntCitizen / CiudadanoHormiga

El mundo visto desde la perspectiva de una hormiga

Los Perros de Seligman

A Matin Seligman, un día, le dió por encerrar perros en jaulas, someterlos a descargas eléctricas y observar que pasaba. Dividió a los perros en dos grupos, cada grupo en una jaula, los dos recibían descargas eléctricas con la misma intensidad y duración, solo que una de las jaulas, a uno de los grupos, les dispuso una palanquita con la que operar, al bajarla las descargas cesaban en los dos grupos.

Ni que decir tiene, que los efectos del experimento en los grupos de canes fue muy distinto. Mientras que el grupo que ostentaba el control de la descarga con la palanca mostraba un ánimo más o menos normal, el otro grupo permanecía quieto e indefenso, incluso en una segunda fase del experimento, cuando cambió la palanca de control de sitio, los perros del segundo grupo eran incapaces de reaccionar y recibían las descargas sin ni siquiera intentar hacer nada para evitarlo.

Postulaba de esta manera tan cruel el concepto de indefensión aprendida.

Los ciudadanos no estamos enjaulados (algunos) en el sentido estricto y metálico del término. Nuestros barrotes responden a determinados condicionantes sociales y económicos que nos hacen pertenecer a un grupo u a otro. La gran mayoría pertenecemos al grupo que no tiene control sobre la palanquita y como si de un experimento con perros se tratase, el grupo minoritario que la tiene ejerce su control jugando a placer con la intensidad y duración de las descargas, recortando derechos y libertades, condenando al perro ciudadano a la indefensión y al miedo.

Al menos una vez cada cuatro años la palanca cambia de jaula, son cosas de la democracia, pero al igual que los perros del segundo grupo del experimento hay quien se deja llevar por el sentimiento de impotencia y miedo y prefiere quedarse en casa a ver los resultados como si de un partido de fútbol se tratase.

Pero no todos los perros del experimento se volvieron pasivos ante el dolor, al menos una tercera parte desarrollaban estrategias que les permitían eludir ese estado de indefensión.

Hay quien pertenece a esa tercera parte que se resiste a ser un perro derrotado y sale de casa y vota. Vota de acorde a su condición de ciudadano electrocutado y no solo eso, si no que dentro de la jaula milita a diario, en el continuo del tiempo por mejorar las cosas, por sacar al resto de perros vecinos de su estado inducido de indefensión, por romper los barrotes de la jaula o al menos paliar la intensidad y frecuencia de las descargas.

A esos Perros de Seligman que no se rinden y que a veces coincidimos tras pancartas, a pie de urnas, en reuniones de «catequesis», en duelos o simplemente al abrigo de una cerveza… una consigna: no dejemos de ladrar con el ánimo de movilizar a los están rendidos, ni de morder a los carceleros si se ponen a tiro.

 

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